La Tempestad

Título original: The tempest
Autor: William Shakespeare
Editorial: Alianza 2008

Traducción: Luis Astrana Marín

Hablar del teatro como literatura para ser leída es siempre peligroso, no todos sabemos apreciar la belleza de leer este tipo de textos, para algunos resultan obras aburridas que no están escritas para se leídas, y esta afirmación es evidentemente cierta, al menos en parte. Será mucho después de Shakepeare cuando se empiece a tener la idea de teatro como para ser leído, hasta entonces solo se escribirá para ser representado. Dicho esto, en Shakespeare y el teatro de época isabelina es forzoso indicar la posición del autor, que se veía a merced de varios requerimientos a la hora de escribir, como pueden ser: el número de personajes, que no eran los que el autor tuviera a bien disponer si no variaban según el numero de actores de los que dispusiera en el momento de escribir la obra. También el lugar de representación influía pues “La tempestad” fue escrita para ser representada en palacio y se disponía de un ballet que debía aparecer en la obra, de ahí una “mascarada” que encontramos ya al final del libreto.

Comienza La tempestad y nos sitúa en una isla perdida en medio del mar, donde ha sido desterrado Prospero junto con su hija debido a una conjura pues él era el duque de Milán, traicionado por su hermano y vendido al rey de Nápoles. Es este lugar salvaje lo más parecido a otro ser humano es el vil Calibán. Tras muchos años de rutinaria soledad un navío se divisa a lo lejos y estalla la tormenta.

Esta historia está llena de magia, Prospero es el protagonista, mago y en esa clave se desarrollará toda la trama pues respira fantasía por todos sus poros que. Prospero es un demiurgo, va tejiendo la historia a través de espíritus que le sirven, de modo que puede controlar el clima, el sueño en los hombres y tantas otras cosas. Así van sucediéndose los hechos siempre a la manera que el personaje lo desea, es inteligente y sabe utilizar su sabiduría y su poder mágico para llevar las situaciones a su favor y manipular a todos los personajes, incluso a su hija.
Se intercalan en el libreto fantasía y realidad continuamente, hasta el punto en que se mezclan entre sí e interactúa lo uno con lo otro. Llegado el final no sabemos bien que hacer para reconciliar ambos mundos.

Nos encontramos en esta obra a un Shakespeare viejo, mucho más sereno que en Tito Andrónico, Hamlet o Ricardo III, aquí el destino de los personajes será sin duda más feliz que en sus otras obras de “juventud”. Esa fatalidad que casi olemos desde el principio en Romeo y Julieta aquí no está, la atmósfera es más amable con los desdichados involucrados en la tormenta. El autor está más pensativo, más preocupado en la redención que en el castigo como ocurría anteriormente. Parece que pone voz a sus propios pesares cuando por boca de Prospero nos dice: “de cada tres de mis pensamientos uno se consagrará a la tumba”. Aquí está el Shakespeare más melancólico, que rubrica este libreto con un fin digno pero impreciso.

Sigue siendo un indudable Shakespeare, sinónimo de calidad para todo aquel que le guste leer teatro. Quizá no sea de lo mejor de su obra pero es muy digno de ser leído.


Nota de la biblioteca: 7, Adecuado para los amantes de Shakespeare y del teatro.

2 cosas que decir:

Anónimo 8 de marzo de 2010, 14:51  

Tengo una asignatura pendiente con Shakespeare. Apenas he leído nada de él...

Quizás sea un buen momento para empezar...

Anónimo 14 de marzo de 2010, 11:11  

A mi me gusto bastante

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